Tres conclusiones de un mes de agosto electrizante para los consumidores

El verano ha resultado francamente caluroso para los consumidores de energía en España por la impactante subida de los precios, especialmente en la tarifa de la luz. De hecho, agosto acumula dos récords: ha sido el mes con la electricidad más cara de la historia (105,94 euros por MWh) y el martes día 31 se alcanzaron los 130 euros por MWh, que fueron superados en los primeros días de septiembre en una carrera que parece no tener fin. La primera cifra triplica el precio del año pasado. De hecho, ya deja sentir su peso en el avance de la inflación. Y lo que es más grave: el encarecimiento del precio de la energía eléctrica muestra una tendencia a prolongarse hasta bien entrado el próximo año.

La preocupación por el precio de la electricidad ha convivido este verano con la constatación de que el cambio climático no es algo que afecte a otros, sino que ya está presente en nuestra vida cotidiana: olas de calor con temperaturas récord, inundaciones como consecuencia de fuertes tormentas o DANAs, graves incendios forestales, avance de la desertificación… El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas ha declarado que la Tierra está en código rojo ante la necesidad de reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero para evitar una elevación de las temperaturas que podría superar de media los dos grados centígrados.

Como una de las causas del precio de la electricidad ha sido el encarecimiento del gas, hemos vuelto a ser conscientes de la enorme dependencia del exterior que España tiene en energías primarias. Importamos el 73 % de la energía que consumimos, porcentaje que en el caso del gas se eleva al 99.

De este escenario podemos extraer tres conclusiones:

  1. España tiene la necesidad imperiosa de reducir la dependencia en energías primarias. La forma más rápida de hacer lo es aprovechando sus recursos: el sol, el viento y el agua y apostando por la eficiencia energética.

 

  1. Se puede acelerar la implantación de energías renovables. Prueba de ello es que Red Eléctrica de España (REE) tiene concedidos permisos a plantas eólicas y solares que suman 147,1 GW y que aún no están en operación, a los que habría que sumar otros 24,7 GW en trámite de concesión. Aquí está un cuello de botella que es imprescindible eliminar para que se acelere la entrada en operación de energías limpias en sustitución de las que queman combustibles fósiles.

 

  1. A medio y largo plazo las energías limpias que entren en el sistema tenderán a abaratar el precio de la electricidad, pero a corto plazo es prácticamente imposible sin cambios regulatorios. Una de las posibilidades es eliminar los “windfall profits” (beneficios caídos del cielo) que recibe la generación nuclear e hidráulica, especialmente esta última.

 

Mientras tanto, como ciudadanos, recordemos que la mejor forma de luchar contra el cambio climático y, además, reducir nuestra factura energética, es siendo eficientes en el uso de la energía.