El Global energy perspective 2021 de McKinsey revela que la descarbonización de la economía debe ser más rápida

Es evidente que el mundo se está electrificando. Una parte muy importante de este proceso se debe al desarrollo de las energías renovables, particularmente la generación eólica y solar. Sin embargo, los esfuerzos en este terreno no son suficientes para detener el calentamiento global. Es necesario acelerar en los principales vectores de descarbonización de la economía para evitar un escenario medioambiental de consecuencias indeseables y catastróficas.

Esta es la conclusión que se puede extraer del informe elaborado por la consultora McKinsey con el título Global energy perspective 2021. Los principales mensajes que configuran esta conclusión son:

  1. El impacto de la COVID-19 sobre la demanda en el largo plazo será modesto.
  2. La electrificación avanza y el hidrógeno se convierte en el gran agente de cambio para el futuro.
  3. Los picos en la demanda de combustibles fósiles se producen antes de lo proyectado.
  4. El cambio es demasiado lento para alcanzar un escenario de un crecimiento de las temperaturas limitado a 1,5 grados.
  5. Los flujos de inversión se mantendrán estables en los próximos 15 años.

Según McKinsey, la demanda de energía rebotará rápidamente tras la pandemia. Los impactos que la COVID-19 está produciendo en el comportamiento de los consumidores en relación con el uso de la energía son pequeños en comparación con el avance de la electrificación. El gran impulsor de este proceso son la eficiencia energética y las energías renovables. De hecho, la intensidad energética (la cantidad de energía que se necesita por cada punto del Producto Interior Bruto) decaerá un 40% en el año 2050 como consecuencia de las ganancias en eficiencia que se derivan de un mejor uso de la energía y de la sustitución de combustibles.

Las energías verdes representarán en 2035 la mitad de la generación. El protagonismo recaerá en las tecnologías eólica y solar, si bien el hidrógeno verde empieza a aparecer como el agente con mayor capacidad de revolucionar la industria energética en el futuro. De hecho, comenzará a tener un coste competitivo a partir del año 2030.

El avance de las energías verdes se produce al mismo tiempo que la anticipación de los picos de demanda de hidrocarburos. El petróleo y el gas alcanzarán sus puntos máximos en 2029 y 2037, respectivamente, pero seguirán jugando un papel importante en el sistema energético hasta 2050 impulsados por el crecimiento en las áreas de productos químicos y aviación.

El gran desafío deviene del cuarto punto apuntado por la consultora. Si las emisiones de gases de efecto invernadero solo se reducen un 25% de aquí al año 2050 estaremos apuntando a un crecimiento de las temperaturas de 3,5 grados, muy lejos del grado y medio que figura en el Acuerdo de París, en vigor desde el 4 de noviembre de 2016. “Virar a este escenario de 1,5 grados requiere ambiciones más fuertes y una implementación acelerada a escala global”, señala el informe.

No faltará capital para financiar este cambio, ya que los flujos de inversión en energía se mantendrán estables durante los próximos 15 años. Aunque las renovables seguirán ganando cuota a los combustibles fósiles, éstos seguirán representando el 50% en el año 2035 en el escenario tomado por los investigadores como referencia.